El fotógrafo Rodrigo Moya falleció a los 91 años el pasado miércoles 30 de julio, dio a conocer su familia. Su deceso tuvo lugar en su casa de Cuernavaca, donde vivía con su esposa, la diseñadora Susan Flaherty. Sin embargo, su obra y grandes momentos en la producción fotográfica marcaron México.
Rodrigo Moya: un testigo tras la lente
El poder de su lente logró el reconocimiento por su emblemática imagen de Ernesto “Che” Guevara, tomada en agosto de 1964 en La Habana. Moya estuvo presente en el movimiento estudiantil de 1968 en Ciudad de México y el retrato a Gabriel García Márquez con un ojo morado tras el puñetazo que le dieran en febrero de 1976 en la capital del país.
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Rodrigo Moya nació en 1934 en Medellín, Colombia, aunque con obra y nacionalidad mexicana. Fue un cronista visual del país México que le tocó vivir, el de los grandes cambios y la explosión demográfica. Durante más de una década —de 1955 a 1967— fue reportero gráfico en una época dorada para las revistas impresas, donde su lente se volvió imprescindible en títulos como Impacto, Sucesos y Política. En ese periodo firmó más de cien reportajes, dejando huella con imágenes que narraban sin filtros la realidad social y política del México de mediados del siglo XX.
(FOTO: MARIO JASSO /CUARTOSCURO.COM)
Moya no era un simple capturador de momentos; su fotografía tenía compromiso, fuerza y dirección. Con una estética directa y documental, logró inmortalizar desde protestas estudiantiles hasta la vida cotidiana de los marginados, con la sensibilidad y crudeza que pocos se atreven a mostrar.
De los mares de México a la literatura
En 1968, tras dejar el fotoperiodismo, fundó y dirigió durante 22 años la revista Técnica Pesquera, donde se enfocó en los temas marítimos de México, sin abandonar su inquietud documental. Su amor por el mar también lo llevó a la narrativa: en los 90 exploró la escritura, y en 1997 ganó el Premio Nacional de Cuento del INBA con Cuentos para leer junto al mar, editado por Tusquets en coedición con CONACULTA e INBA. Ese mismo año ganó el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés, consolidando su voz también en la literatura.
Un archivo vivo y universal
A partir del año 2002, su obra ha sido reconocida a nivel internacional: con cinco libros publicados, siete exposiciones individuales y fotografías adquiridas por museos y colecciones tan importantes como el San Francisco Museum of Modern Art, The Museum of Fine Arts de Houston, The Nelson Atkins Museum y la Fundación Televisa.
En 1998 dejó Ciudad de México y se trasladó a Cuernavaca, donde vivió hasta su fallecimiento con su esposa Susan Flaherty, trabajando en la recuperación de su vasto archivo. Un trabajo silencioso y vital que da cuenta de un México profundo, con retratos íntimos, intempestivos y profundamente humanos.
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