Durante su primer mandato, Vladímir Putin afrontó varios retos políticos y económicos: las guerras de Chechenia, el conflicto en Irak, el poder ilimitado de los oligarcas… Pero también una tragedia que abordó de manera desastrosa y que afectó a su imagen de líder fuerte y competente: el hundimiento del submarino nuclear Kursk.
Una carta estremecedora
El 12 de agosto del año 2000, el Kursk se hundió durante unos ejercicios en el mar de Barents. Los 118 marineros a bordo enviaron señales de vida al centro de mando, pero no recibieron respuesta. Permanecieron en completa oscuridad, con oxígeno para apenas unas horas. Reino Unido y Noruega ofrecieron su ayuda el mismo día, pero Rusia no respondió. Las labores de rescate no comenzaron hasta ocho días después.
Cuando finalmente se recuperó el submarino, se halló una carta estremecedora:
“Está muy oscuro para escribir, pero voy a intentarlo [a ciegas]. Parece que no tenemos posibilidades de salvarnos. Tan solo un 10–20 %. Vamos a esperar a que, al menos, alguien lea esto… Saludos a todos, no desesperéis. —Kolesnikov”.
Mientras los marineros aguardaban con mínimas posibilidades de sobrevivir, el recién estrenado presidente se encontraba de vacaciones en la ciudad de Sochi. No regresó hasta el día 17, cuando en Vidyayevo lo esperaban madres y esposas de los marineros, indignadas y dispuestas a exigir responsabilidades.
Críticas a la gestión del desastre
La tragedia fue ampliamente cubierta por la televisión nacional ORT, propiedad de Boris Berezovsky, uno de los oligarcas más poderosos del momento. El periodista Serguéi Dorenko criticó duramente la negligencia militar y gubernamental: el deficiente mantenimiento de los submarinos, las pésimas condiciones de vida de los marineros, las jornadas abusivas y los sueldos miserables.
También refutó la versión de Putin, quien afirmó que el rescate era imposible debido a las tormentas. “Me da mucha pena tener que contradecir al presidente… pero el miércoles 17 de agosto ya no había tormenta. Además, a 100 metros de profundidad, donde estaba el submarino, la tormenta no se siente”, afirmó.
Con el tiempo, se demostró que el Kursk no había sido atacado por un misil estadounidense, como sugirió el Kremlin, sino que se hundió por la explosión de un torpedo interno, que provocó un incendio y la detonación en cadena de otros torpedos. Las explosiones fueron tan potentes que las detectaron varios buques en la zona.
Una “manguera de falsedades”
Putin, al reunirse con las familias, mostró frialdad y ausencia de empatía. Ante las críticas, insistió en que eran “maniobras de la televisión para desacreditar al Gobierno” y destruir el sector militar.
Este patrón de actuación –omisión de la verdad y atribución de la culpa a enemigos externos– ha sido recurrente en su carrera. Durante la anexión de Crimea (2014), culpó a “nazis” y a Estados Unidos de provocar la revolución en Ucrania, ocultando que fuerzas rusas ya ocupaban edificios administrativos en la península. En la invasión de Ucrania (2022), insistió en la presencia de “nazis” en el país y en la supuesta amenaza de la OTAN para legitimar la “operación especial”.
Muchas de estas afirmaciones carecen de lógica interna y se apoyan más en suposiciones que en hechos. Sin embargo, gran parte de la población rusa las ha creído, del mismo modo que creyó que el Kursk fue atacado por misiles estadounidenses. Este fenómeno fue descrito por Christopher Paul y Miriam Matthews como la “manguera de falsedades”: una estrategia de propaganda basada en producir una avalancha de mentiras sin fundamento que, repetidas con suficiente frecuencia, acaban pareciendo verdad.
La verdad, en nuestros tiempos, suele pertenecer a quienes detentan el poder. ORT, junto a Berezovsky, terminó bajo control del Estado. El oligarca fue perseguido y, en 2013, apareció muerto en circunstancias extrañas. La verdad completa sobre el Kursk no fue revelada hasta mucho más tarde.
Por eso, la tarea de cualquier ciudadano es cuestionar las versiones oficiales, examinar críticamente las narrativas de los líderes y no dejarse arrastrar por la “manguera de falsedades”, por muy lógicas o atractivas que parezcan.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
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