WASHINGTON.- En los más de 80 años que pasaron desde aquel viaje de Franklin D. Roosevelt a Teherán en 1943 para participar de una cumbre con Stalin y Churchill, los sucesivos presidentes norteamericanos y sus homólogos soviéticos o rusos se reunieron muchas veces. De todos esos encuentros, la reunión del presidente Donald Trump con el dictador ruso Vladimir Putin en Alaska dista mucho de haber sido la peor, pero tampoco fue buena, salvo desde el punto de vista del Kremlin…
No fue tan mala como la Conferencia de Yalta de 1945, donde Roosevelt y Churchill le regalaron Europa Oriental a los soviéticos —aunque hay que reconocer que no tenían muchas opciones—, ni tan mala como la Cumbre de Viena de 1961, donde Nikita Khrushchev se llevó una imagen tan pálida del joven presidente John F. Kennedy que se sintió envalentonado para construir el Muro de Berlín y estacionar misiles nucleares en Cuba. Ni siquiera fue tan mala como la reunión de ellos mismos en 2018 en Helsinki, donde Trump se humilló a sí mismo y a todos los norteamericanos al creerle a Putin que Rusia no había interferido en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos: le creyó más a Putin que a las agencias de inteligencia norteamericanas, que tenían pruebas de lo contrario.

Lo mejor que se puede decir de la cumbre de Alaska es que podría haber sido peor. No hay indicios de que Trump haya respaldado la exigencia de Putin de que Ucrania entregue más territorio a Rusia a cambio de un alto el fuego, y tampoco hubo ningún acuerdo para aligerar las sanciones de Estados Unidos contra Rusia. Si Trump hubiera hecho ese tipo de concesiones, la cumbre de Alaska sería recordada como otra Yalta.
Pero si bien Alaska no fue un desastre, si fue una derrota. Está claro que de este último “round” entre un presidente norteamericano y su homólogo ruso, el que se retiró vencedor fue Putin.

Y el triunfo de Putin fue evidente desde el inicio mismo de la reunión en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, donde soldados norteamericanos extendieron, literalmente, la alfombra roja para un dictador imputado por crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional en 2023, e imposibilitado de viajar a la mayoría de los países del mundo por temor a ser arrestado. Trump parecía extasiado. Recibió a Putin con una sonrisa de oreja a oreja y un apretón de manos, para luego invitarlo a subirse a su limusina presidencial, conocida como “La bestia”: una bestia adentro de otra bestia. Varias horas después, ambos salieron de su reunión y se presentaron con sus asesores para brindar una conferencia de prensa conjunta.
No hubo anuncio de acuerdo, pero eso sí, ambos se deshicieron en elogios. Putin halagó a su anfitrión insistiendo en que jamás habría invadido Ucrania si en ese momento el presidente de Estados Unidos hubiese sido Trump. (¿Entonces por qué desde la asunción de Trump duplicó los ataques de drones y de misiles?) Trump parecía superado, pero tampoco escatimó los elogios. “Muchas gracias, presidente, creo que hemos tenido una reunión muy productiva”, dijo Trump, y luego agregó con aire de misterio: “Coincidimos en muchos, muchos temas… y en un par de ‘grandes temas’ todavía no llegamos a coincidir”.

En las horas posteriores a la cumbre, quedó claro que uno de los “grandes” temas en los que no hubo acuerdo fue sobre el alto el fuego en Ucrania. En los días previos a esta cumbre convocada a las apuradas, Trump había amenazado a Putin con “consecuencias muy graves” si no detenía sus ataques, y ya en vuelo rumbo a Alaska le dijo a Fox News: “No voy a estar nada contento si no salgo de ahí con algún tipo de alto el fuego”.
Bueno, no hubo ni alto el fuego ni graves consecuencias. En una entrevista con Fox luego de la cumbre, Trump dijo que va a posponer la imposición de nuevas sanciones porque “la reunión salió muy bien”. Y más tarde, ya en medio de la noche, en las redes sociales reveló que había retirado su exigencia de alto el fuego y había acordado con Putin pasar directo a negociar “un Acuerdo de Paz que le ponga fin a la guerra”.

Por lo tanto, Trump le quitó presión a Putin para que termine con sus feroces ataques contra Ucrania. Como señaló Putin en su declaración, no ha cedido en su exigencia de que cualquier acuerdo de paz aborde “las causas primeras del conflicto”. Y por supuesto que desde la perspectiva de Putin la causa primera del conflicto es la insistencia de Ucrania en convertirse en una democracia prooccidental que no recibe órdenes del Kremlin.
Y así fue que Putin se las arregló para boludear nuevamente a un presidente norteamericano, una constante desde su primera reunión con George W. Bush en Eslovenia, en 2001, cuando en la conferencia de prensa tras la cumbre Bush dijo que había mirado a Putin a los ojos, había “sondeado su alma” y llegado a la conclusión de que era “muy directo y confiable”. Más tarde llegó la chicana de John McCain : “Yo lo miré a Putin a los ojos y solo vi tres letras: K, G, B”.

De hecho, a la hora de manipular a sus crédulos pares norteamericanos, Putin se ha convertido en un experto en aprovechar su astucia innata y su entrenamiento como espía en la KGB. En la entrevista que dio después de la cumbre del viernes, Trump reveló que el dictador ruso hasta le dijo que había sido él quien ganó la elección presidencial de 2020 y que en Estados Unidos las elecciones “están amañadas, porque existe el voto por correo”. Lo único más ridículo que imaginar que Putin —cuyo principal rival político murió en prisión— sea un experto en legalidad electoral es creer que siente un cariño “fraterno” por el pueblo de Ucrania, como aseguró en la conferencia de prensa posterior a la cumbre.

Como el abordaje de Trump sobre la guerra en Ucrania es totalmente incoherente, mejor no entrar en desesperación, al menos todavía. Después de la cumbre, Trump les insinuó a los líderes europeos que Estados Unidos estaría dispuesto a extenderle una garantía de seguridad a Ucrania como parte de eventual un acuerdo de paz. De confirmarse, sería una victoria significativa para Kiev. Además, Trump suele dejarse influenciar por la última persona con la que habló, y el presidente Zelensky llega a Washington el lunes...
Esperemos que esta nueva reunión de Trump con Zelensky en la Casa Blanca sea menos escandalosa que la anterior, que terminó a los gritos. Sin embargo, por amable que sea el encuentro, es poco probable que sea tan afectuoso como los que mantiene con Putin.
Traducción de Jaime Arrambide
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