Contraseñas de Netflix, postres, pasta de dientes y bromas internas. Las parejas comparten muchas cosas. Pero hay una que resulta especialmente íntima —y también divisiva—: compartir el baño. Más específicamente, la decisión de usar el inodoro mientras la otra persona está presente.
Para algunos, ni en sueños permitirían que su pareja los vea orinar o, peor aún, defecar. Lo consideran un “mata pasiones” absoluto. Para otros, no tiene mayor importancia. Su argumento: “Mi pareja ya me ha visto en todas las situaciones posibles, así que esto no cambia nada”.
Jess, una mujer que pidió no revelar su apellido, se ubica en este último grupo. Tiene una política de “puerta abierta” en el baño. “Soy un libro abierto en todo sentido”, cuenta a Yahoo desde Pensilvania.
Pero con el paso de los años, su esposo ha mostrado cada vez menos tolerancia hacia esa falta de límites. Le ha pedido que por favor cierre la puerta.
“Seguramente siempre le molestó, pero ahora lo expresa con más firmeza”, reconoce. “No le gusta. Me dice: ‘Eso no es algo atractivo’”.
Jess lo entiende. “No es que me importe especialmente tener la puerta abierta, simplemente no me molesta que esté así”, explica. “Casi siento que en este debate solo hay una postura válida, y es la de él. Si uno de los dos se incomoda y el otro no, probablemente el que no tiene problema debe ceder”.”
La psicóloga especializada en adolescentes y familias Barbara Greenberg explica que lo que siente el esposo de Jess no es nada raro; de hecho, es lo más común.
“La mayoría de las parejas no se sienten cómodas haciendo cosas del baño frente al otro, porque las personas quieren asociar olores agradables con su pareja”, comenta Greenberg a Yahoo. “No quieren que se les relacione con ciertos olores ni con ciertas imágenes”.
Una encuesta realizada por la empresa británica especializada en baños QS Supplies reveló que solo el 32% de los estadounidenses se sienten completamente cómodos defecando y tirándose gases frente a su pareja, lo que significa que la gran mayoría no lo está.
Según Greenberg, las personas que usan el baño frente a su pareja tienden a ser menos inhibidas en general, “igual que hay quienes se sienten cómodos caminando desnudos por la casa”, señala. “Quizá son menos reservados respecto a su cuerpo y a sus funciones corporales”.
Pero eso no significa que todos quieran una experiencia en primera fila.
Mi esposo nunca cierra la puertaLauren
“Ni siquiera orino frente a él”
Katherine, quien pidió no revelar su apellido, lleva más de dos décadas casada con el hombre que conoció a los 19 años. Pero si hay una línea que nunca ha cruzado —ni piensa cruzar— es usar el baño frente a su esposo.
“Absolutamente no”, responde tajante en entrevista con Yahoo. “Ni siquiera orino frente a él. Nunca hemos hablado del tema, simplemente siempre ha sido así”.
Esta residente de Texas asegura que la privacidad es algo esencial para ella. “Puedo ser una persona un poco reservada”, explica. “No diría que no hay confianza entre nosotros, pero no en ese aspecto. Esas cosas me dan asco”.
Para ella, mantener cierto misterio también forma parte del encanto de la relación: “No necesitamos saber absolutamente todo el uno del otro”.
¿La solución que encontraron? “Cada quien tiene su propio baño”, cuenta Katherine. “Definitivamente lo recomiendo”.
Su esposo comenzó a usar otro baño en casa, y eso se volvió lo habitual. “Yo dije: ‘Perfecto. Este es mi baño. Ese es el tuyo’. Además, creo que hasta le conviene porque tengo mis productos y maquillaje por todos lados, y él no quiere lidiar con eso”.
Cuando se le pregunta qué consejo daría a las parejas jóvenes, Katherine lo tiene claro: “Les diría que tengan su propio baño. Es importante tener privacidad… y un poco de misterio”.
“Creo que cerrar la puerta es cuestión de buenos modales”
Al igual que Jess, Lauren —quien pidió no usar su apellido— y su esposo no están del todo alineados en cuanto a los límites en el baño. Pero en su caso, los roles están invertidos.
“Mi esposo nunca cierra la puerta para nada”, cuenta Lauren, residente de California, en entrevista con Yahoo. “A veces entro y veo lo que está pasando, y soy yo quien termina cerrándole la puerta. Si solo está orinando, no me molesta tanto, pero si es lo otro, prefiero que la puerta esté cerrada”.
Lauren aclara que no cree que él lo haga a propósito. Simplemente, no lo piensa. Para ella, más que una cuestión de pudor, se trata de buenos modales. “Incluso el feng shui recomienda cerrar la puerta del baño”, dice con humor.
“No soy una persona tímida en absoluto”, explica. “No me parece algo vergonzoso… solo creo que cerrar la puerta es cuestión de etiqueta”.
Sus reparos tampoco tienen que ver con mantener algún tipo de misterio tras 13 años de matrimonio.
“Tuve tres hijos, así que el misterio ya no es parte del panorama”, dice entre risas. Para ella, el baño debe seguir siendo un espacio privado: “No siento que tenga que hacer eso frente a otra persona”.
Como señala la psicóloga Barbara Greenberg: “Los baños tienen puertas por una razón”.
Artículo escrito en inglés originalmente por Rachel Grumman Bender
"Esta historia fue traducida del inglés con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa y editada y revisada por un editor de la redacción de Yahoo en Español".
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