Las mujeres siempre han estado presentes en la historia del arte. E incluso han sido las protagonistas absolutas… como objetos de deseo. Es decir, podían ejercer el papel de musas, pero se les vetó el rol de creadoras.
Esta invisibilidad de las artistas es una situación que a lo largo de los siglos se normalizó a través de la divulgación e imposición de una historia del arte creada desde un perspectiva androcéntrica.
Hubo que esperar a finales del siglo XX, concretamente a la década de los años 70, a que la historiadora Linda Nochlin se cuestionase dónde estaban las artistas. Nochlin planteaba por qué se habían obviado sus nombres y la necesidad de preguntarse precisamente eso. Exigía, por tanto, rescatarlas del olvido.
Esta injusticia se intenta corregir desde finales del siglo XX a través de investigaciones que buscan reescribir la historia. Entre las figuras reivindicadas encontramos a Sofonisba Anguissola, Artemisa Gentileschi, Élisabeth Vigée-Lebrun, Camille Claudel, Maruja Mallo, Remedios Varo y un largo etcétera de mujeres.
Pero los estudios se han centrado principalmente en las denominadas artes mayores (arquitectura, escultura y pintura). Sin embargo, aquellas que realizaron su labor artística dentro de las denominadas artes menores o artes decorativas –que, tras la Revolución Industrial del siglo XIX, pasaron a entremezclarse con el denominado diseño industrial y con el actual diseño de producto– siguen sin conocerse.
Por eso, merece la pena saber quiénes han sido las mujeres que han desarrollado su trabajo artístico en esta disciplina, aunque en su momento no se conociesen o sus obras fuesen firmadas por otros diseñadores hombres (maridos, padres, hermanos, etc).
Hacia una mayor visibilidad
Afirmar que Ludwig Mies van der Rohe fue un gran diseñador y, además, el autor de la silla Barcelona (uno de los iconos del diseño moderno) es un hecho aceptado. Sin embargo, si la afirmación que hacemos es que Lilly Reich fue una gran diseñadora y, además, coautora de la silla Barcelona, probablemente tendríamos que aportar pruebas para poder justificarlo.
Pero así es: Reich fue una diseñadora y arquitecta alemana, socia y compañera de Mies van der Rohe, con el que trabajo durante más de diez años, colaborando activamente en todos los diseños, aunque la autoría se le otorgaba a él. Sin embargo, en los últimos años, gracias a la investigación, podemos decir que la autoría de la silla Barcelona es compartida. Así lo indicó Sonja Günther en 1988, la que se considera como la primera biografía de Lilly Reich.
En el caso de España, las diseñadoras estaban invisibilizadas hasta que, en los años 80 del siglo XX, en pleno auge del diseño, se comenzaron a escuchar nombres femeninos. A esa primera generación de diseñadoras, pioneras, la siguieron muchas otras.
Así lo recogemos en el libro Diseñadoras españolas de finales del siglo XX. En él hablamos de mujeres como Lola Castelló, quien desarrolló su actividad sobre todo en el diseño de mobiliario, con obras tan destacadas como las mesas La Camilla o Carmen. También de Nani Marquina –quien destaca por su novedosa visión en la creación artística en torno a la alfombra–, de la reconocida arquitecta –y también diseñadora– Carme Pinós y de Pati Núñez, una de las pioneras en diseño gráfico.
Pero quizás los nombres más invisibilizados, y que recuperamos, hayan sido los de las mujeres que desarrollaron su labor artística en torno a la animación, como Ángela Iturriza e Isabel Herguera.
El caso Delaunay
Desde el proyecto de investigación RED-Diseña, en UDIT, hemos comenzado a catalogar a las diseñadoras en diferentes ámbitos (arquitectura, moda, ilustración, fotografía, animación, diseño industrial, de producto, de videojuegos, etc). No nos limitamos a España: abarcamos diversas geografías y épocas históricas, desde las pioneras como Mary Morris –que trabajó junto a su padre, el también diseñador Willian Morris)– hasta la actualidad, con jóvenes que apuestan por la innovación y la sostenibilidad como herramientas de cambio social.

Entre todas las creadoras catalogadas destaca Sarah Ilínichna Stern, más conocida como Sonia Delaunay (ya que utilizó el apellido de su marido), quien durante una etapa de su vida vivió en España. Delaunay se caracterizó por ser una artista multidisciplinar, que desarrolló un intenso trabajo en varios aspectos del diseño –desde la moda y los tejidos hasta los libros–, además de ser pintora, empresaria y escenógrafa, entre otras cosas.
Su inquietud artística también la impulsó a investigar nuevas formas de crear. Actualmente se la considera cofundadora del orfismo (uso rítmico del color para crear movimiento), aunque durante muchos años este mérito se le otorgó solamente a su marido, Robert Delaunay. Posteriormente ambos evolucionaron al simultaneísmo–que empleaba el color para crear espacios y formas en una pintura– y acabaron orientándose artísticamente hacia la abstracción. Defendieron los fundamentos de un arte nuevo que rechazaba los medios tradicionales, afirmando la capacidad constructiva y la dinámica del color.

Tras el fallecimiento de Robert, Sonia siguió trabajando. El resultado fue una fructífera obra artística personal, con una identidad propia que se pone de manifiesto en todas sus creaciones. Quiso dejar atrás las antiguas tradiciones y contribuir al avance social de las mujeres desde el diseño, rompiendo con el conservadurismo. A pesar de su gran carisma artístico, durante años su obra fue invisibilizada frente a la de su compañero. Devolverle su autoría junto a su papel en la historia del arte es una cuestión de justicia.
A partir de estos ejemplos, queda patente que es necesario cuestionar la antigua historia del diseño –que divulgaba solo las obras de artistas masculinos– y reescribirla, otorgando el lugar que les corresponde a todas aquellas mujeres que desarrollaron su trabajo en este ámbito. Estos referentes deben estar presentes para el estudio del pasado, el presente y el futuro de la disciplina.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
Lee mas:
M. Mar Martínez-Oña no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO
Tras 10 años del movimiento Ni Una Menos: "Hemos conseguido una revolución sensible y masiva"
Comments