El derecho internacional parte de la idea clásica de que todos los Estados independientes interactúan en igualdad de condiciones y que son soberanos, es decir, su territorio es inviolable y otro país no puede intervenir en los asuntos internos u operar dentro de sus fronteras.
Ese es el deber ser. Sin embargo, Estados Unidos y otros países como Rusia, China o Reino Unido no operan bajo esa lógica, sino que tienen posiciones pragmáticas: si les conviene que se respete la soberanía de algún país, defienden el punto, pero cuando sus intereses van en sentido contrario, invaden, lo intervienen o se hacen de la vista gorda cuando otro país aliado vulnera dicha soberanía.
Esa posición pragmática dio pie al establecimiento de una escuela que se conoce como teoría realista de las relaciones internacionales, cuyos principales exponentes son Hans Morgenthau y Richard Posner, pero la misma no se quedó en los textos, sino que ha sido la guía de la política exterior de los Estados Unidos desde la década de los 50.
Desde esa óptica un Estado no opera bajo principios, sino a partir de intereses, por ende, se puede explicar cómo Estados Unidos le exigen a un país como Venezuela el respeto a los derechos humanos y a la democracia, mientras que no hay recriminación alguna contra Arabia Saudita, que tiene menos democracia y nulo respeto por los derechos humanos. Esto no suena lógico, pero tiene todo el sentido desde la óptica realista, ya que Venezuela es enemigo y Arabia Saudita aliado.
Pero después de este largo preámbulo, entremos al tema central de este texto, que busca responder si Estados Unidos puede intervenir militarmente en México para atacar a los cárteles de la droga. Al respecto hay dos posibles respuestas, una derivada de la doctrina clásica de las relaciones internacionales, en donde el ámbito de competencia de los Estados Unidos no aplica en México y donde dicho país debe respetar nuestra soberanía.
Es decir, desde el derecho internacional, la legislación de Estados Unidos y las órdenes ejecutivas dictadas por Donald Trump se pueden aplicar en su país, pero no en el nuestro, lo que se traduce en lo declarado por la presidenta Claudia Sheinbaum, de que los norteamericanos pueden usar a su ejército contra los cárteles mexicanos en su propio territorio, pero no en el nuestro, y que México está abierto a la cooperación y al trabajo coordinado.
De forma que para que exista presencia de unidades del ejército de Estados Unidos en México y para que realicen operativos o acciones militares en el país se requeriría del permiso expreso de la presidenta e inclusive del Congreso de la Unión, y aún está a discusión el alcance de lo que podrían hacer las unidades extranjeras, porque una cosa es entrar al país, pero no queda claro si matar en un operativo a mexicanos, por muy narcos que sean, resulte legalmente aceptable.
En dicho escenario, una intervención de los Estados Unidos, aun cuando sea una pequeña unidad encubierta, podría derivar en reclamos diplomáticos, en denuncias a instancias internacionales, e incluso el rompimiento de las relaciones entre ambos países.
La segunda respuesta la aporta la teoría realista de las relaciones internacionales, la cual nos dice que Estados Unidos tiene la fuerza material y la capacidad de llevar a cabo una intervención militar, aún en contra de la posición del Gobierno de México. Esto no quiere decir que dicha intervención se vaya a dar, tampoco que no vaya a tener consecuencias en caso de que se materialice, sino que Estados Unidos sopesará que le conviene más a sus intereses y sobre ello tomará una decisión.
Y para ello vamos a recurrir a un ejemplo. En 2001 hubo un atentado terrorista contra las Torres Gemelas en Nueva York que costaron miles de vidas y que fue coordinado por Osama Bin Laden, que desde ese momento pasó a la clandestinidad y se escondió de Estados Unidos. En 2011 fuentes de inteligencia localizaron a Bin Laden en Pakistán y el presidente Obama ordenó la entrada de aviones, helicópteros y un equipo de fuerzas especiales para matar al líder terrorista, lo cual lograron, sin pedirle permiso al Gobierno de Pakistán.
Se trató de una vulneración a la soberanía de Pakistán: ni les avisaron ni se coordinaron con ellos, incluso en la operación pusieron en peligro a civiles y hubo conatos de enfrentamientos con fuerzas de seguridad. Sin embargo, al final Pakistán tuvo que ceder a su enojo y normalizaron relaciones. Al tomar la decisión Estados Unidos puso en una balanza su relación con el país y los beneficios de matar a su principal enemigo, ganando la segunda opción.
Algo similar pasó con la captura / secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada García, ya que si bien el engaño fue implementado por Joaquín Guzmán López, hijo del Chapo Guzmán, no es casual que ya hubiera agentes de la DEA esperándolos cuando aterrizaron en un pequeño aeropuerto en Santa Teresa en Nuevo México, lo cual indica que las autoridades de los Estados Unidos estaban enteradas de la operación y es muy posible que hayan intervenido, y si bien no se ha probado que haya habido presencia norteamericana en tierra en Sinaloa, existe la posibilidad de que sí.
De forma que, si el Gobierno de los Estados Unidos tiene información fidedigna de que Nemesio “El Mencho” Oseguera Cervantes, Iván Archivaldo Guzmán Salazar o Ismael “El Mayito Flaco” Zambada Sicairos se encuentran en un paraje determinado, Donald Trump bien podría autorizar la entrada discreta de un comando, ya sea para capturar o eliminar a uno de estos capos, o también podrían lanzar contra la instalación en la que se encuentran un dron no tripulado con explosivos que destruya el lugar.
Por ende, si nos preguntamos si es posible una intervención militar, desde una óptica realista sin duda es posible, la cuestión es dilucidar si desde la visión de Trump vale la pena, si cree que el beneficio será mayor a los costos. No es lo mismo complicar las relaciones con Pakistán, que está al otro lado del mundo, que con México, que es vecino con una gran frontera, muchos connacionales viviendo en su territorio y un gran socio comercial. Tampoco es equivalente Osama Bin Laden y Nemesio Oseguera, por ende, puede resultar poco provechoso.
Y esa es la cuestión, la posibilidad existe y la pueden materializar Estados Unidos, pero creo que no les conviene, ya que tiene otros mecanismos para presionar a México y conseguir la cooperación de las autoridades.
Comparto la posición de Claudia Sheinbaum, como presidenta no debe dejar vulnerar la soberanía, aunque sepamos que, en la realidad, si Estados Unidos quiere puede enviar comandos encubiertos. Aún así no podemos dejar de oponernos, pero a la vez, creo que también Sheinbaum está desaprovechando la oportunidad de reforzar el combate al narco. Tenemos que aceptar que los esfuerzos nacionales han sido insuficientes y nos conviene tener apoyo, por ende,se debería incrementar la cooperación en la materia, el intercambio de información, tecnología, armamento y capacitación, incluso operaciones conjuntas para atacar al crimen organizado.
De esta manera disminuimos el riesgo de acciones unilaterales de los Estados Unidos y los ciudadanos de México podrían ganar al acelerarse la desarticulación de las principales organizaciones del crimen organizado.
* Víctor Manuel Sánchez Valdés (@victorsanval) es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila, especialista en seguridad y doctor en políticas públicas por el CIDE. Correo de contacto: [email protected].
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