En una cadena de islas vírgenes frente a Tabuk, al noroeste de Arabia Saudita, el Shebara Resort parece sacado de una película de ciencia ficción. Diseñado por el estudio Killa Design, con base en Dubái, y desarrollado por Red Sea Global, el complejo cuenta con 38 hospedajes sobre el agua y 35 refugios frente al mar, y funciona como un experimento ambicioso de arquitectura extrema.
Visto desde arriba, los hospedajes esféricos forman una especie de collar de perlas que flota sobre la laguna. Sus estructuras reflejan el cielo y el mar de tal manera que la línea entre el edificio y el paisaje se vuelve casi invisible.
Para el reconocido diseñador Paolo Ferrari, fundador del Studio Paolo Ferrari en Toronto, el desafío fue lograr que el interior estuviera en sintonía con el exterior casi irreal del resort.
"Partimos de la idea del futurismo natural", me cuenta Ferrari. "Queríamos que los espacios transmitieran una sensación de vanguardia, pero arraigados en la mineralidad, la naturaleza y la artesanía. Siempre se trató de equilibrar la ingeniería refinada con la calidez de lo humano y lo artesanal", agrega.
Esa idea se vuelve tangible apenas se cruza la puerta. Las paredes curvas abrazan muebles que parecen esculturas: hay sofás que siguen la forma de la arquitectura, camas que se integran de manera orgánica con las mesitas de noche y un mueble bar monolítico que se abre con un sistema hidráulico para mostrar un interior forrado en cuero rojo.
"Cada detalle es una negociación entre la ingeniería y el arte", explica Ferrari. "Los espejos circulares flotan como planetas sobre los tocadores, las lámparas colgantes de cristal cuelgan como gotas sobre las mesas de comedor de ónix y los baños replican el flujo de las mareas del exterior. Se trata de crear un ambiente que se sienta a la vez elemental y extraterrestre", destaca.
La elección de los materiales fue clave para definir la estética del Shebara Resort.
"Decidimos desde el principio usar acero inoxidable pulido en el interior como material central", recuerda Ferrari. "Esa decisión por sí sola llevó al resort en otra dirección. Rompe con la idea del lujo relajado. No esperás ver acero inoxidable en una villa, y de repente se siente refinado, radical y fresco", señala.
Uno de los detalles más curiosos del diseño es el bar de la habitación. A simple vista, parece una esfera de acero suspendida, con una función completamente enigmática.
"Queríamos un objeto icónico, casi escultural", dice Ferrari. "Solo al tocar los botones ocultos se abre, revelando un interior forrado en cuero. Es una forma completamente nueva de pensar el diseño hotelero: algo funcional que se convierte en el detalle más sorprendente y memorable de la habitación", expresa.
Los hospedajes frente al mar mantienen ese diseño futurista, pero ponen el foco en la amplitud del espacio, con terrazas enormes, piletas infinitas y una conexión fluida entre la arena y el mar. Las más exclusivas, las Villas Crown y Royal, están ubicadas en islotes privados.
"En la Villa Royal, la propia cama está tallada en un solo bloque de ónix", apunta Ferrari. "Ahí es donde realmente se aprecia el nivel de artesanía y ambición de este proyecto. La arquitectura se expresa a través de los muebles, y los muebles se expresan a través de la arquitectura", relata.
Aunque el diseño es lo que más impacta de Shebara, la experiencia para los huéspedes también suma puntos. El Rockwell Group estuvo a cargo de la pileta principal, el spa y los espacios comunes, todos pensados para reforzar esa estética futurista. Hay cinco restaurantes de autor para elegir: desde el mediterráneo Ariamare, del chef con estrella Michelin Marco Garfagnini, hasta el japonés-nikkei iki.roe. También se puede descansar en el spa, que ofrece tratamientos con perlas y caviar, y hasta una exfoliación con meteorito. Para quienes buscan algo más activo, hay pabellones de yoga, salidas al mar con snorkel o buceo, y un club infantil exclusivo, una gran piscina infinita y un gimnasio de vanguardia.
Ecológico
Pero lo más importante de Shebara quizás sea su compromiso ecológico. Todo el complejo funciona fuera de la red eléctrica, gracias a su parque solar propio, una planta desalinizadora y un sistema de gestión circular de residuos, lo que le valió la certificación LEED Platino.
"Queríamos diseñar algo sorprendente, sí, pero también responsable", dice Ferrari. "La arquitectura de espejos no impone; refleja el arrecife de coral, los manglares, el desierto. Se funde con el paisaje que celebra", señala.
Se puede llegar desde el Aeropuerto Internacional del Mar Rojo, ya sea con un vuelo en hidroavión o en un viaje en barco de 40 minutos desde Turtle Bay. Y una vez ahí, Shebara parece de otro planeta. Para Ferrari, representa una nueva frontera en el diseño hotelero.
"Hay una omnipresencia en la forma en que se abordan los resorts de lujo", afirma. "Acá quisimos dar vuelta esa lógica para crear algo icónico, futurista, pero innegablemente humano. Un lugar donde la arquitectura, la naturaleza y la artesanía dialogan", indica.
Shebara no es un resort más. Es un experimento ambicioso sobre la costa del Mar Rojo, donde el diseño radical y la responsabilidad ambiental conviven, y donde, como dice Ferrari, "el lujo no solo se encuentra con la naturaleza, sino que la refleja".
*Con información de Forbes US.
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